Recuerdo esa noche… recuerdo la explosión, recuerdo
el fuego, pero sobre todo… lo recuerdo a él.
Tenía solo seis años cuando esa maldita fábrica
explotó. Al principio, solo hubo humo, después, comenzaron los gritos. El fuego
fue devorando las casas lentamente, como si fueran bestias enormes que lamían
todo con sus lenguas rojas y amarillas, los autos, la gente… Todo ardía a mí
alrededor, había perdido a mis padres y hermanas. De un momento a otro me
encontraba completamente sola en medio del caos, alguien había llamado a la
policía y a los bomberos, pero era como si nadie pudiera controlar el fuego.
No podía escuchar otra cosa que no fueran los
gritos y el rumor del fuego mientras avanzaba, todo ante mí era muerte y
destrucción, intenté pedir ayuda, pero nadie me escuchaba, mis ropas estaban
rotas y el suelo se sentía demasiado áspero y cálido bajo mis pies, me refugié
bajo el tejado de una de las pocas construcciones que quedaban en pie, me
parece que era una tienda, no podía pensar en nada que no fuera el miedo, ni
siquiera podía correr, no había ningún lugar seguro en todo el pandemónium.
Y entonces… hubo un resoplido atrás de mí, el fuego
también había alcanzado a mi refugio temporal, tuve el tiempo suficiente para
ver cómo las llamas corrían hacía mí, pero no para correr, ni siquiera pude
ponerme de pie y entonces… alguien me tomó en sus brazos, me levantó con
delicadeza lejos de las llamas y me miró directo a los ojos.
-Tú eres la única persona que no conozco- murmuró
el extraño con una voz suave.
En ese momento, el miedo que sentía amainó lo
suficiente para dejarme contemplarlo, era alto y joven, de complexión delgada,
pero podía sentir sus brazos fuertes alrededor de mí, vestía una extraña túnica
negra de una tela tan vieja que tenía la impresión de que podía rasgarse si
hacía un movimiento brusco.
El cabello lacio le caía sobre los hombros y parte
de la cara, pero pude ver su pálido rostro mientras él clavaba sus ojos en mí,
tenía rasgos muy finos, rasgos que me recordaban a las estatuas del museo de
arte y sus ojos eran tan oscuros que no podía ver sus pupilas a menos que
entornara los ojos
-¿Eres un ángel?- murmuré
Y él dejó escapar una risita que hizo que su rostro
se suavizara
-No pequeña. Soy todo lo contrario a eso que tu
mundo conoce como “ángel”-
Comenzamos a caminar, hasta el momento, yo no había
visto un solo espacio que no estuviera repleto de fuego, pero de algún modo, él
encontró por dónde ir, una llama se acercó a nosotros con furia, como si fuera
un monstruo deseando consumirnos, sentí miedo, pero él ni siquiera se inmutó,
me sostuvo con su brazo izquierdo y levanto la mano que tenía libre entorno al
fuego, lo miró directamente y cerro los dedos, el fuego se quedó inmóvil, como
si se hubiera paralizado y cuando él movió la palma de su mano con un
movimiento suave, el fuego que nos rodeaba simplemente desapareció, parpadee
con incredulidad.
-¡Has hecho magia!- exclamé eufórica
Y el volvió a reír mientras seguía caminando y
sosteniéndome en sus fríos brazos.
-Entonces ¿Eres un mago?-
-Eso podría ser más adecuado-
En ese momento, llegamos a otra calle, los bomberos
ya habían logrado controlar el fuego en esa parte de la ciudad y había un grupo
de personas hablando con la policía.
El me bajó con la misma delicadeza y mis pies
tocaron el pavimento sin problemas, se inclinó doblando las piernas y dijo
-Escucha bien, ve con ellos, van a ayudarte, tienes
que ser valiente ¿Si? Te espera un largo camino, pequeña- Levantó una mano y me
acarició el cabello con suavidad.
Supe que iba a marcharse, así que murmuré
-Espera… ¿Cómo te llamas?
Pero él negó con ligereza
-Eres demasiado joven para comprenderlo… Pero si
volvemos a vernos cuando seas mayor, te lo diré-
Tomó las palmas de mis manos y me miró directamente
a los ojos, esa oscura mirada lo invadió todo durante un instante y luego
sonrió, pude ver que el borde de sus pupilas era de un color extraordinario,
azul, o tal vez plateado, casi blanco, como un resplandor de luz.
-Vas a ser muy guapa cuando crezcas- Dijo casi para
sí mismo.
-Adiós Alaine- susurro y me dio un ligero empujón
para que me alejara.
Crucé la calle con inseguridad, y fui directo hacía el
grupo de personas que él había indicado, notaron mi presencia de inmediato.
-¡Pobrecilla!- exclamó una mujer mientras me daba
una manta y me tomaba en brazos.
-¿Cómo has logrado salir del incendió?- preguntó
con incredulidad
-Él me rescató- exclamé y señalé al otro lado de la
calle, pero solo había cenizas y llamas más pequeñas que continuaban lamiendo
todo a su paso.
No quedaba ni rastro del extraño joven que me había
salvado la vida.
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