El
cielo era un lugar repleto de luz, dónde por más que cierres los
ojos, la oscuridad no puede atraparte, hacía dónde extiendas las
manos o pies, tu piel no toca otra cosa que seda y no necesitas
pastillas para sumergirte en el más profundo de los sueños.
El
cielo era un lugar en el que Danielle Mayers no existía...
Sé
que en este momento, todos estarán culpando a una enfermedad
inexistente “esquizofrenia” la han llamado, otros opinaron que
fue culpa de los medicamentos, si quieren al verdadero culpable, ahí
le tienen, es ella, con ella comenzó todo...
Danielle
Mayers era “perfecta” la más linda, la más inteligente, la que
se robaba todas las miradas, bastaba con estar en su presencia para
notar el efecto que solía tener a su alrededor; Los chicos la
deseaban y las chicas siempre intentaban hacerse sus mejores amigas
para poder estar bajo su sombra y alimentarse con las sobras de
cualquier cosa que ella tocara, como en un desesperado intento de ser
aunque fuera un poco como Danielle Mayers.
¿Qué
chica no lo desearía? Estoy segura que aún la más indiferente
había soñado con una vida como esa.
Lo
sabía, porque un par de años antes, yo había tenido todo lo que a
ella le pertenecía, dos años antes, yo había estado en su lugar.
Ella
apareció casi de la nada, aunque su presencia había estado ahí
desde que tengo memoria, recuerdo incluso haberla visto un par de
veces sin llamar la atención, como cualquier otra sombra anodina
circulando por la ciudad.
A
veces me miraba de reojo pero yo me limitaba a ignorarla, no fue sino
hasta que se mudó a vivir en mi vecindario que las cosas comenzaron
a cambiar...
De
algún modo, la maldita Danielle se las ingenió para integrarse en
mi círculo social y comenzar relaciones íntimas con las personas
más importantes en mi vida, cada día, ella se arreglaba más, ponía
más ahínco en sus movimientos y daba gran atención a su ropa,
cuando era demasiado tarde... Se había teñido el cabello del mismo
color que el mío.
Todas
sus acciones sin embargo, me habrían tenido sin cuidado de no ser
porque caí presa de una terrible enfermedad, la gripe más fuerte
que tuve en mi vida, lo suficientemente fuerte cómo para hacerme
caer convaleciente en cama y hacerme perder un par de kilos.
Tuve
que cancelar todas mis fiestas, todas las sesiones y los eventos.
No
hará falta explicar lo que sucedió entonces... La arpía encontró
el camino libre y se introdujo como un parásito, contaminando mi
mundo hasta el grado de expulsarme de el.
Me
recuperé de la gripe, pero no volví a ser la misma y tampoco mi
vida pudo volver a la normalidad.
Danielle
Mayers se había robado todo, todo lo que era, todo lo que quise,
todo lo que alguna vez me importó.
Y
entonces era yo quien comenzaba a mirarla de reojo pasando desapercibida ante su mirada arrogante.
Me
molestaba verla contoneándose por los pasillos con la vista de todos
en ella.
Odiaba
cada palabra que salía de sus labios y cada suspiro que exhalaban
sus pulmones.
Podía
mirarla, mirarla durante horas... ¿Por qué nadie podía notarlo?
¡Ella no era perfecta! Su piel no estaba tan lisa como todos
pensaban, sus grandes ojos estaban demasiado separados, su cintura no
era tan estrecha y no tenía las piernas tan largas como presumía.
¡Era fea! Era fea si la mirabas de cerca y sin embargo, se parecía
demasiado a mí.
Odiaba
admitirlo, pero mirarla fijamente era casi como contemplar un espejo, quitando la palidez que había adquirido mi piel por el tiempo en
confinamiento y las ojeras que enmarcaban mis ojos, ella y yo eramos
demasiado similares...
Y
esa idea, comenzó a quitarme el sueño.
Si
intentaba irme a la cama sin la ayuda de las pastillas, pasaba horas mirando fijamente a un punto invisible dónde la silueta de Danielle
comenzaba a atormentarme, pensaba en nuestro parecido y luego
imaginaba cosas horribles, como su perfecta sonrisa contorsionada en
una mueca de dolor o su tersa piel bañada en un cálido líquido
rojo... ¡NO!
Esos
pensamientos me asustaban, me asustaba el placer hipnótico que me
producían.
Pero
a medida que fue pasando el tiempo, comencé a comprender su
significado... No habría vida para mí mientras Danielle Mayers
existiera.
Un
día finalmente tuve la oportunidad.
Comencé
con gestos simples, un pequeño cumplido, un par de mensajes y la
idiota terminó confiando en mí, lo suficiente como para seguirme
hasta el patio trasero convencida de que sus amigas aguardaban por
ella.
Le
cubrí los ojos haciéndola creer que se trataba de una sorpresa y
luego la apuñalé en la espalda con unas viejas tijeras que solían
utilizarse para arreglar el jardín.
Danielle
Mayers dejó escapar el grito más agudo y desgarrador que he
escuchado en mi vida y me convencí de que todo aquello era un sueño.
Tenía
que serlo, aquello no podía estar ocurriendo tan fácilmente.
Antes
de poder reflexionarlo más, Danielle estaba tendida en el suelo, contorsionando la espalda a causa del dolor, intentando vanamente pedir ayuda.
La
sujeté por el cabello y corté los cabellos que tan cuidadosamente
había teñido con mi color preferido, los mechones cayeron inertes, adhiriéndose a la sangre que salía de la herida en su
espalda como grandes hilos rojos.
Quise
detenerme, pero el corazón me latía con fuerza y todos mis
movimientos parecían coreografiados por otra persona.
Pisé
su brazo con fuerza y hundí las tijeras en el dorso de su mano, sus
gritos taladraron en mis oídos pero yo sólo podía prestar atención
al modo en que las articulaciones de su mano se torcían de manera
antinatural mientras la piel se desgarraba hasta fundirse con un
intenso charco rojo.
Aferrando las tijeras con todas mis fuerzas, avancé por su brazo cortando toda esa piel perfecta que en el pasado había causado tanta
fascinación... Ahora, no sería más que una masa de carne
sanguinolenta.
Hice
que su cuerpo quedara boca arriba con una patada y me dispuse a hacer
aquello que con tanto placer había imaginado noche tras noche desde
que la conocí: Cortar su rostro.
Cuando
notó lo que me disponía a hacer, intentó apartarme y gritar con
todas sus fuerzas, pero ya era demasiado tarde, pasé las tijeras por
su frente con un corte delicado, casi simétrico arriba de sus
maquilladas cejas y después hundí la punta en sus mejillas una y
otra vez, golpeando sobre el hueso y sintiendo cómo la carne
reventaba al abrirse y perforarse entre una cálida y espesa sangre.
¡Ojalá
la hubieran visto! ¡Ojalá todos la hubieran visto! Las ropas
rasgadas, el cuerpo destrozado y manchado de sangre ¿Seguía siendo hermosa? No, porque nunca lo había sido.
Bajé
las tijeras a medida que sus gritos fueron desvaneciéndose y para
cuando me dispuse a enterrarlas en la tierna piel de su cuello,
aquella criatura, como salida de una pesadilla, levantó su mano destrozada y me
propinó un golpe en la cabeza, nuestros ojos se miraron fijamente
durante un segundo y entonces sentí cómo las tijeras encontraban su
camino en el interior de una piel tersa y cálida que no había sido
ni de lejos bonita.
Dicen
que no voy a sobrevivir, perdí mucha sangre mientras me trasladaban
al hospital, el doctor ha tenido una conversación muy seria con una
de las enfermeras, ha dicho que me encontraba demasiado intoxicada y
que aquellos que desean morir, mueren. Habló de un intento de suicidio dos años atrás y luego explicó que esta vez había ido demasiado lejos.
Pero yo
no he prestado atención porque hay un cadáver en el jardín y
porque mis adoloridos brazos se hunden en sábanas tersas y la luz
ilumina esta habitación completamente blanca y Danielle Mayers no
volverá a existir.
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