jueves, 14 de julio de 2016

Un mundo sin mi

El cielo era un lugar repleto de luz, dónde por más que cierres los ojos, la oscuridad no puede atraparte, hacía dónde extiendas las manos o pies, tu piel no toca otra cosa que seda y no necesitas pastillas para sumergirte en el más profundo de los sueños.
El cielo era un lugar en el que Danielle Mayers no existía...

Sé que en este momento, todos estarán culpando a una enfermedad inexistente “esquizofrenia” la han llamado, otros opinaron que fue culpa de los medicamentos, si quieren al verdadero culpable, ahí le tienen, es ella, con ella comenzó todo...

Danielle Mayers era “perfecta” la más linda, la más inteligente, la que se robaba todas las miradas, bastaba con estar en su presencia para notar el efecto que solía tener a su alrededor; Los chicos la deseaban y las chicas siempre intentaban hacerse sus mejores amigas para poder estar bajo su sombra y alimentarse con las sobras de cualquier cosa que ella tocara, como en un desesperado intento de ser aunque fuera un poco como Danielle Mayers.
¿Qué chica no lo desearía? Estoy segura que aún la más indiferente había soñado con una vida como esa.

Lo sabía, porque un par de años antes, yo había tenido todo lo que a ella le pertenecía, dos años antes, yo había estado en su lugar. 



Ella apareció casi de la nada, aunque su presencia había estado ahí desde que tengo memoria, recuerdo incluso haberla visto un par de veces sin llamar la atención, como cualquier otra sombra anodina circulando por la ciudad.
A veces me miraba de reojo pero yo me limitaba a ignorarla, no fue sino hasta que se mudó a vivir en mi vecindario que las cosas comenzaron a cambiar...
De algún modo, la maldita Danielle se las ingenió para integrarse en mi círculo social y comenzar relaciones íntimas con las personas más importantes en mi vida, cada día, ella se arreglaba más, ponía más ahínco en sus movimientos y daba gran atención a su ropa, cuando era demasiado tarde... Se había teñido el cabello del mismo color que el mío.

Todas sus acciones sin embargo, me habrían tenido sin cuidado de no ser porque caí presa de una terrible enfermedad, la gripe más fuerte que tuve en mi vida, lo suficientemente fuerte cómo para hacerme caer convaleciente en cama y hacerme perder un par de kilos.
Tuve que cancelar todas mis fiestas, todas las sesiones y los eventos.
No hará falta explicar lo que sucedió entonces... La arpía encontró el camino libre y se introdujo como un parásito, contaminando mi mundo hasta el grado de expulsarme de el.

Me recuperé de la gripe, pero no volví a ser la misma y tampoco mi vida pudo volver a la normalidad.
Danielle Mayers se había robado todo, todo lo que era, todo lo que quise, todo lo que alguna vez me importó.
Y entonces era yo quien comenzaba a mirarla de reojo pasando desapercibida ante su mirada arrogante.
Me molestaba verla contoneándose por los pasillos con la vista de todos en ella.
Odiaba cada palabra que salía de sus labios y cada suspiro que exhalaban sus pulmones.
Podía mirarla, mirarla durante horas... ¿Por qué nadie podía notarlo? ¡Ella no era perfecta! Su piel no estaba tan lisa como todos pensaban, sus grandes ojos estaban demasiado separados, su cintura no era tan estrecha y no tenía las piernas tan largas como presumía. ¡Era fea! Era fea si la mirabas de cerca y sin embargo, se parecía demasiado a mí.
Odiaba admitirlo, pero mirarla fijamente era casi como contemplar un espejo, quitando la palidez que había adquirido mi piel por el tiempo en confinamiento y las ojeras que enmarcaban mis ojos, ella y yo eramos demasiado similares...

Y esa idea, comenzó a quitarme el sueño.

Si intentaba irme a la cama sin la ayuda de las pastillas, pasaba horas mirando fijamente a un punto invisible dónde la silueta de Danielle comenzaba a atormentarme, pensaba en nuestro parecido y luego imaginaba cosas horribles, como su perfecta sonrisa contorsionada en una mueca de dolor o su tersa piel bañada en un cálido líquido rojo... ¡NO!
Esos pensamientos me asustaban, me asustaba el placer hipnótico que me producían.
Pero a medida que fue pasando el tiempo, comencé a comprender su significado... No habría vida para mí mientras Danielle Mayers existiera.

Un día finalmente tuve la oportunidad.
Comencé con gestos simples, un pequeño cumplido, un par de mensajes y la idiota terminó confiando en mí, lo suficiente como para seguirme hasta el patio trasero convencida de que sus amigas aguardaban por ella.
Le cubrí los ojos haciéndola creer que se trataba de una sorpresa y luego la apuñalé en la espalda con unas viejas tijeras que solían utilizarse para arreglar el jardín.
Danielle Mayers dejó escapar el grito más agudo y desgarrador que he escuchado en mi vida y me convencí de que todo aquello era un sueño.
Tenía que serlo, aquello no podía estar ocurriendo tan fácilmente.
Antes de poder reflexionarlo más, Danielle estaba tendida en el suelo, contorsionando la espalda a causa del dolor, intentando vanamente pedir ayuda.
La sujeté por el cabello y corté los cabellos que tan cuidadosamente había teñido con mi color preferido, los mechones cayeron inertes, adhiriéndose a la sangre que salía de la herida en su espalda como grandes hilos rojos.
Quise detenerme, pero el corazón me latía con fuerza y todos mis movimientos parecían coreografiados por otra persona.
Pisé su brazo con fuerza y hundí las tijeras en el dorso de su mano, sus gritos taladraron en mis oídos pero yo sólo podía prestar atención al modo en que las articulaciones de su mano se torcían de manera antinatural mientras la piel se desgarraba hasta fundirse con un intenso charco rojo.



Aferrando las tijeras con todas mis fuerzas, avancé por su brazo cortando toda esa piel perfecta que en el pasado había causado tanta fascinación... Ahora, no sería más que una masa de carne sanguinolenta.

Hice que su cuerpo quedara boca arriba con una patada y me dispuse a hacer aquello que con tanto placer había imaginado noche tras noche desde que la conocí: Cortar su rostro.
Cuando notó lo que me disponía a hacer, intentó apartarme y gritar con todas sus fuerzas, pero ya era demasiado tarde, pasé las tijeras por su frente con un corte delicado, casi simétrico arriba de sus maquilladas cejas y después hundí la punta en sus mejillas una y otra vez, golpeando sobre el hueso y sintiendo cómo la carne reventaba al abrirse y perforarse entre una cálida y espesa sangre.
¡Ojalá la hubieran visto! ¡Ojalá todos la hubieran visto! Las ropas rasgadas, el cuerpo destrozado y manchado de sangre ¿Seguía siendo hermosa? No, porque nunca lo había sido.
Bajé las tijeras a medida que sus gritos fueron desvaneciéndose y para cuando me dispuse a enterrarlas en la tierna piel de su cuello, aquella criatura, como salida de una pesadilla, levantó su mano destrozada y me propinó un golpe en la cabeza, nuestros ojos se miraron fijamente durante un segundo y entonces sentí cómo las tijeras encontraban su camino en el interior de una piel tersa y cálida que no había sido ni de lejos bonita.

Dicen que no voy a sobrevivir, perdí mucha sangre mientras me trasladaban al hospital, el doctor ha tenido una conversación muy seria con una de las enfermeras, ha dicho que me encontraba demasiado intoxicada y que aquellos que desean morir, mueren. Habló de un intento de suicidio dos años atrás y luego explicó que esta vez había ido demasiado lejos. 

Pero yo no he prestado atención porque hay un cadáver en el jardín y porque mis adoloridos brazos se hunden en sábanas tersas y la luz ilumina esta habitación completamente blanca y Danielle Mayers no volverá a existir.


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