lunes, 1 de febrero de 2016

Una eternidad

Doscientos años
Doscientos años y mi existencia se convirtió en placer; el más intenso y absoluto placer.
“Tienes el edén a tus pies, puedes tomar lo que desees. 1,2,3 pide un deseo y… El deseo se cumple”
Ojos, siempre los escojo por sus ojos; Una vez escuché que los ojos son la ventana del alma y eso desató mi obsesión, me gusta observar esas ventanas, perderme en el éxtasis de mi propio reflejo y romper esa ventana, porque adoro tomar lo que deseo… Adoro devorarles el alma.
Los tomo entre mis brazos, siento sus cálidas pieles, me fundo en apasionados besos y entonces perforo sus cuellos y bebo hasta la última gota, el deseo arde, se eleva y consuma.

Este fue mi paraíso durante siglos, el éxtasis, el edén mismo, hasta que se convirtió en un infierno… hasta que lo conocí.

En cuanto miré sus ojos y el desvió la mirada, supe que debía ser mío.
Ya había ocurrido antes, en un par de ocasiones y siempre encontré muy placentero el juego previo a su final, porque después de todo; nadie escapa a su destino, entonces soy paciente, puedo esperar, puedo aguardar por el deseo, los celos, el amor… Los sentimientos siempre son el condimento perfecto para la sangre, ya he sentido con anterioridad el pulso en sus corazones, el modo en que se apresura la sangre por llegar hasta mis labios y acariciarme la lengua, incitándome a beber sus vidas.

Si, podía esperar, en ese momento, creí que podría hacerlo.
Él era inteligente, siempre he detestado a los hombres inteligentes, suelen hacer mis tareas más complicadas de lo que desearía, pero este era especial, podía seguir esperando, esperando…

“Pide un deseo: 1, lo deseo a él, deseo su sangre, deseo morderlo y no puedo aguardar el momento de hundir mis colmillos en esa tersa, tersa piel. 1, 2, 3… sigue esperando”
Me gusta el modo en que sonríe, él tiene lindos labios, quizá no debería apresurar las cosas, porque podría besas esos labios hasta volver a sentirme humana.

“Pide un deseo: 1, 2, Deseo que él sea mío, deseo ver esa sonrisa por siempre”
1, 2, 3 Pero ¡El deseo no se cumple! Porque observo sus ojos y me pierdo en ese enigma y no hay modo de atravesar esa ventana. Sus pupilas son como una noche eterna y no hay un reflejo para mí y él no puede verme.
Doscientos años, doscientos años y siempre creí que mi existencia era un baile de pasiones, pero no eran más que caprichos, simples y burdos caprichos que cumplí.
Si, el edén es mío y puedo tomarlo todo, todo lo que quiera, todo lo que desee, todo… Con una excepción. Todo; excepto lo único que anhelo más que a nada.

Doscientos quince años.
He asesinado a cualquier chica que se atreve a mirarlo del modo en que yo lo hago, he quitado del camino cualquier distracción que él pudiera tener y sin embargo, sigue sin mirarme, él tiene una pasión y nada de lo que yo le ofrezca podía hacerlo desistir.
Entonces ¿Por qué no permití que muriera en ese patético accidente? Su cuerpo hubiera quedado destrozado, cada centímetro roto y la oportunidad perfecta para probar su maldita sangre y volver a mi existencia. Pero no lo hice… Porque jamás hubiera soportado no volver a escucharlo, observarlo y porque nada tendría sentido si el dejara de existir.

Doscientos veinte años…
Estamos tan cerca, lo suficientemente cerca, charlamos, caminamos juntos y de vez en cuando lo tomo entre mis brazos y siento que estoy a punto de morderlo, cuando el infierno me detiene. Porque jamás habrá un espacio para mí en sus profundos ojos, porque sigo esperando por él, porque sigo esperando por lo único que jamás será mío.

Lo único que amo más que a la eternidad… 



No hay comentarios.:

Publicar un comentario