Doscientos años
Doscientos años y mi existencia se convirtió en
placer; el más intenso y absoluto placer.
“Tienes el edén a tus pies, puedes tomar lo que
desees. 1,2,3 pide un deseo y… El deseo se cumple”
Ojos, siempre los escojo por sus ojos; Una vez
escuché que los ojos son la ventana del alma y eso desató mi obsesión, me gusta
observar esas ventanas, perderme en el éxtasis de mi propio reflejo y romper
esa ventana, porque adoro tomar lo que deseo… Adoro devorarles el alma.
Los tomo entre mis brazos, siento sus cálidas pieles,
me fundo en apasionados besos y entonces perforo sus cuellos y bebo hasta la
última gota, el deseo arde, se eleva y consuma.
Este fue mi paraíso durante siglos, el éxtasis, el
edén mismo, hasta que se convirtió en un infierno… hasta que lo conocí.
En cuanto miré sus ojos y el desvió la mirada, supe
que debía ser mío.
Ya había ocurrido antes, en un par de ocasiones y
siempre encontré muy placentero el juego previo a su final, porque después de todo;
nadie escapa a su destino, entonces soy paciente, puedo esperar, puedo aguardar
por el deseo, los celos, el amor… Los sentimientos siempre son el condimento
perfecto para la sangre, ya he sentido con anterioridad el pulso en sus
corazones, el modo en que se apresura la sangre por llegar hasta mis labios y
acariciarme la lengua, incitándome a beber sus vidas.
Si, podía esperar, en ese momento, creí que podría
hacerlo.
Él era inteligente, siempre he detestado a los
hombres inteligentes, suelen hacer mis tareas más complicadas de lo que desearía,
pero este era especial, podía seguir esperando, esperando…
“Pide un deseo: 1, lo deseo a él, deseo su sangre,
deseo morderlo y no puedo aguardar el momento de hundir mis colmillos en esa
tersa, tersa piel. 1, 2, 3… sigue esperando”
Me gusta el modo en que sonríe, él tiene lindos
labios, quizá no debería apresurar las cosas, porque podría besas esos labios
hasta volver a sentirme humana.
“Pide un deseo: 1, 2, Deseo que él sea mío, deseo ver
esa sonrisa por siempre”
1, 2, 3 Pero ¡El deseo no se cumple! Porque observo
sus ojos y me pierdo en ese enigma y no hay modo de atravesar esa ventana. Sus
pupilas son como una noche eterna y no hay un reflejo para mí y él no puede
verme.
Doscientos años, doscientos años y siempre creí que
mi existencia era un baile de pasiones, pero no eran más que caprichos, simples
y burdos caprichos que cumplí.
Si, el edén es mío y puedo tomarlo todo, todo lo que
quiera, todo lo que desee, todo… Con una excepción. Todo; excepto lo único que
anhelo más que a nada.
Doscientos quince años.
He asesinado a cualquier chica que se atreve a
mirarlo del modo en que yo lo hago, he quitado del camino cualquier distracción
que él pudiera tener y sin embargo, sigue sin mirarme, él tiene una pasión y
nada de lo que yo le ofrezca podía hacerlo desistir.
Entonces ¿Por qué no permití que muriera en ese
patético accidente? Su cuerpo hubiera quedado destrozado, cada centímetro roto
y la oportunidad perfecta para probar su maldita sangre y volver a mi
existencia. Pero no lo hice… Porque jamás hubiera soportado no volver a escucharlo,
observarlo y porque nada tendría sentido si el dejara de existir.
Doscientos veinte años…
Estamos tan cerca, lo suficientemente cerca,
charlamos, caminamos juntos y de vez en cuando lo tomo entre mis brazos y
siento que estoy a punto de morderlo, cuando el infierno me detiene. Porque
jamás habrá un espacio para mí en sus profundos ojos, porque sigo esperando por
él, porque sigo esperando por lo único que jamás será mío.
Lo único que amo más que a la eternidad…
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