Conocí al mejor mago de
todos durante el peor de los días; En otro tiempo, otra época y otra vida…
En un mundo dónde el
hombre desconocía la existencia de otros planetas y la injusticia regía
nuestras clases sociales; El arte era un lujo, el conocimiento el peor de los
pecados y las vidas yacían a merced de un tirano. Ese tirano, era mi padre.
La gente podría pensar
que yo era demasiado afortunada al haber nacido con sangre azul y jamás haber
conocido la escasez ni el hambre, después de todo, tenía el más cómodo lecho
para dormir, el pan nunca faltaba en mi mesa y mi copa siempre rebosaba con el
mejor vino. Pero lo que ellos no sabían, es que yo habría renunciado a cada
gota de mi sangre si eso significaba un poco de libertad.
Los muros del castillo,
me hacían sentir del mismo modo en que podría sentirse un prisionero y cuando
era niña, solía observar las nubes, preguntándome que habría más allá de las
ostentosas puertas que me estaba prohibido cruzar, mis tutores me brindaban toda
clase de libros y me hacían aprender todo lo tuviera alguna importancia, pero
no era lo mismo tocar una pintura, que sentir el mundo con mis propios dedos.
Y cuando me hice mayor,
me di cuenta de que la libertad que tanto anhelaba, era una cuestión de
engaños, mentiras y un gran truco: Ponerme las desaliñadas ropas de la hija de
la cocinera (quien tenía mi misma edad y complexión) esconder el rostro entre
un poco de hollín y escapar por el pequeño agujero que había en el jardín.
Solo podía salir durante
un par de horas al día, cuando todos estaban lo bastante ocupados como para
preguntarse en dónde me encontraba, las horas que pasaba fuera, eran las
mejores que había tenido en mi corta vida y aunque saboree cada instante con
los pies fuera del castillo, mi nueva felicidad fue efímera, porque al llegar a
cierta edad, mis padres me anunciaron el compromiso al que fui destinada desde
mi nacimiento.
Enterarme se sintió como
un millón de agujas sobre mi piel, ya conocía a mi futuro esposo y le había
odiado desde entonces; Era un joven arrogante y aburrido que nunca se dignaba a
mirarme, la fecha de mi boda me hacía sentir como un condenado y mi único
consuelo eran las horas libres.
Corrí hacia las calles
de la ciudad intentando refugiarme en el bullicio y todas aquellas personas que
pasaban el día quejándose por sus empleos.
Me senté en uno de los
rincones y escondí el rostro entre mis manos, permitiéndome llorar con libertad,
con la satisfacción de sentirme invisible.
Y en ese momento, la voz
más agradable que había escuchado en mi vida, me hizo levantar la mirada, se
trataba de un joven que parecía un par de años mayor que yo, vestía
completamente de negro y el cabello le caía en mechones irregulares por la cara
y los hombros, era bastante atractivo, pero lo que más impresionó fueron sus
ojos, de un azul tan claro como el agua, líquido, casi transparente y cuando me
miró, sentí que todas las cosas en el mundo podrían estar bien.
-¿Por qué estás triste?-
preguntó de nuevo con esa voz que repentinamente me había hecho sentir tan
tranquila.
Me sequé las lágrimas
avergonzada y me permití volver a contemplar su rostro.
-Es un mal día, eso es
todo-
Él sonrió mientras me
ofrecía un pañuelo y luego señaló a su alrededor con un ademán.
-¿Cómo podría ser un mal
día? El clima es cálido, pero las nubes impiden que nos queme el sol y además
el tiempo es nuestro amigo.
En ese momento, no
comprendí lo que decía, pero cuando le devolví el pañuelo, él lo tomó entre sus
manos, ocultándolo perfectamente con las palmas y cuando abrió los dedos, el
pañuelo había desaparecido por completo dejando en su lugar una hermosa rosa
roja.
-Eres demasiado hermosa
como para estar triste-
Aseguró mientras yo me
limitaba a tomar la flor sin poder salir de mi asombro.
-¿Pero cómo…
-Es magia- Me dirigió una última sonrisa y se alejó tan
repentinamente como había llegado.
No me había dicho su
nombre, pero durante los días que siguieron, me dediqué a buscarlo en cada
rincón de la ciudad y finalmente, vi un gran letrero que anunciaba a un mago
ambulante, un par de niños estaban a su alrededor y él los miraba con una
enorme sonrisa mientras dejaba caer una pluma hacía el suelo, la atrapó
mientras esta descendía con lentitud y cuando abrió la mano, una paloma
extendió las alas y emprendió el vuelo ante los rostros fascinados de su
pequeño público.
Me acerqué con discreción
mientras él realizaba otros trucos y cuando la función termino, me uní a los
aplausos y antes de que pudiera marcharme, él se acercó a mí.
-Veo que hoy no estás
triste-
-¿Quién podría estarlo
después de un espectáculo como ese?
Él agradeció el cumplido
con una sonrisa
-Aún no me dijiste tu
nombre-
Olvidé la condena que
regía mi destino desde el momento en que Demian y yo nos volvimos inseparables,
nos veíamos todas las tardes y el practicaba sus trucos mientras yo le relataba
cada cosa insignificante que pensaba, siempre parecía alegrarse por mi
compañía, no solo tenía talento con la magia, tenía una rara habilidad que yo
no había visto en nadie más; Él sabía escuchar.
Y cuando estábamos
juntos, a mí me parecía que el tiempo se detenía por completo, pero luego
avanzaba demasiado rápido para obligarme a volver a casa sin buscarme
problemas.
A medida que la fecha
de mi compromiso fue acercándose, Demian comenzó a ganar fama, al grado de que
podía apartar un teatro entero y llenarlo con espectadores ansiosos de ver sus
trucos.
Sin embargo, la gente de
ese entonces no estaba lista para alguien como él y lentamente comenzaron a
sentirse asustados, lo acusaron de nigromante y atribuyeron todas las tragedias
de la ciudad a su presencia, yo le pedí que escapara, pero él se negó
rotundamente, dijo que su tarea allí estaba casi terminada, porque más allá del
miedo y el odio, había traído esperanza e inspiración a algunas personas y esas
personas, podrían cambiar el rumbo de sus vidas gracias a ello.
Finalmente, sucedió lo
inevitable, Demian hizo un acto de escapismo y todos aseguraron que burló a la misma
muerte y el caos se desató entre la ignorancia que regía las mentes de aquella
época, sin embargo, las cosas no empeoraron realmente, hasta que mi mago atrajo
la atención de quien más temía: Mi propio padre.
Intenté alejarme de
Demian pero para entonces, los rumores de nuestro romance se habían extendido
tanto como su magia y supe que el castigo sería inevitable.
En medio de mi culpa,
volví a pedirle que escapara, o mejor aún que escapáramos juntos, pero ese día,
el fingió no escucharme.
-¿Sabes cuál es el
principio de la magia?-
No podía dejar de llorar
porque sabía que esa era la última vez que nos veríamos, pero él parecía tan
tranquilo como siempre y me limité a negar pensando que todo aquello carecía de
interés.
-Creer en ella, creer en
algo con todo el corazón- Explicó mientras dividía el mazo de naipes que
siempre llevaba consigo.
-Y antes, creían que los
humanos teníamos dos pares de brazos y piernas, dos cabezas y una misma alma.
Todos eran tan felices, que los dioses sintieron envidia y temor porque
pudieran superarlos, entonces los partieron justo a la mitad.
En ese momento, partió
el mazo y extendió las cartas en abanico mientras las volvía hacía mí como en
los trucos que le había visto hacer en repetidas ocasiones. Seleccioné mi carta
favorita y él comenzó a revolverla entre el mazo.
-Desde entonces, los
seres humanos se volvieron codiciosos y egoístas, porque en el fondo, se sentían
incompletos, la mayoría, trataba de llenar ese vacío con cosas absurdas, pero
algunos…
Arrojó las cartas hacía
arriba y cuando estas descendieron con delicadeza a nuestro alrededor, clavó la
larga aguja que utilizaba en otro de sus trucos justo a la mitad de una de las
cartas que había caído en la mesa.
-Tenemos la suerte de
encontrar a esa otra parte que nos falta, sin embargo, a veces el momento no es
el indicado, pero eso no significa que algo pueda separarnos.
Finalmente, desenterró
la aguja de la superficie de la mesa y me entregó la carta que ilustraba el as
de corazones, con una rotura en el centro a causa de la aguja.
-Puedes hacer lo que sea
¡Tienes que escapar! Usa uno de tus trucos.
Exclamé con el terror
invadiendo mi pecho, pero él se limitó a tomarme entre sus brazos.
-No quiero perderte-
Pasó sus dedos por mi
mejilla y limpió las lágrimas.
-¿Crees en mí? ¿Crees en
nosotros? Créelo con todo tu corazón y recuérdame, olvida todo lo demás, olvida
esta pesadilla, olvida este día, pero acuérdate de mí y vuelve a encontrarme
cómo yo te encontré.
Mientras estaba entre
sus brazos, con sus labios acariciando los míos, deseaba hacer cualquier cosa
por detener el tiempo, pero los guardias adelantaron todo, lo apartaron de mí
en ese mismo instante y lo condujeron hacía la plaza dónde ataron sus manos y
colocaron una soga alrededor de su cuello ante las miradas curiosas y mórbidas
de todos aquellos que le temían con aquella vaga fascinación de algo que jamás
podrían comprender.
Le rogué a mi padre que
los detuviera, le aseguré que haría cualquier cosa, pero no le importó, sonrió
mientras el verdugo ajustaba la soga, sentí tanta angustia como si la soga
oprimiera mi propia garganta, pero en ese instante, Demian me miró fijamente, contemplé
sus ojos y el pareció murmurar algo, algo que no pude escuchar, pero que
entendí al instante, casi pude sonreír en medio de la angustia cuando una de
las cortinas cayó sobre mí, sentí todo su peso en mi cuerpo y…
La alarma de mi celular
me hace abrir los ojos de golpe, aparto las cobijas con brusquedad y me lamento
por no saber nunca cuál es el final del sueño que se repite tantas veces en mi
mente, al despertar, no puedo recordar ni la mitad de los eventos, pero sé que
se trata de una historia, una historia tan triste que siento cómo mis ojos se
llenan de lágrimas cada vez que pienso en un atractivo joven estrechándome
entre sus brazos mientras hace aparecer rosas entre la nada.
Sin embargo, sé que me
espera un largo día y salgo de mi casa con la misma prisa de siempre, me apresuro
a tomar el metro, pero ese día, hay algo distinto, no puedo explicar que es,
pero mi humor mejora a medida que recorro las calles que veo todos los días, hasta
que algo captura mi atención.
Un pequeño escenario, un
mago ambulante que se anuncia a sí mismo como “El gran Damian” siento que el
tiempo se detiene y por alguna razón todo mi cuerpo parece temblar mientras me
acerco hacia la pequeña multitud que lo rodea.
-Para el siguiente
truco- anuncia el joven con una voz que me parece terriblemente familiar
-Necesito un voluntario-
En ese momento, nuestras
miradas se encuentran y puedo notar que sus ojos son de un azul tan claro que
podría pasar por transparente.
-Hola- musita con una
sonrisa.
-¿Ya nos conocemos?- de
algún modo, la pregunta rutinaria en los trucos de magia, parece tener un
significado oculto, pero me limito a negar sin poder ocultar mi sonrisa.
-Por favor elije una
carta-
Tomo el naipe aun con
dedos temblorosos y puedo notar que él no deja de mirarme mientras revuelve la
carta entre el mazo, finalmente, muestra el as de corazones y la pequeña
multitud comienza a aplaudir hasta que un hombre interrumpe.
-La carta tiene una marca
en el centro ¡Ha hecho trampa!-
El público mira hacía el
diminuto agujero que atraviesa el corazón por la mitad y todos se alejan
dejando al chico con una expresión de absoluta decepción.
-Lo siento- se excusa
-No sabía que la carta estaba rota, ni siquiera sé cómo pasó, he tenido este
mazo desde siempre y lo cuido demasiado…
-Creo que atravesaste la
carta con una aguja- Digo casi sin pensarlo y luego me siento avergonzada por
mis comentarios, él me mira confundido y luego sus ojos se fijan en un punto
invisible, en ese momento, me siento completamente ridícula por creer en mis
historias y estoy a punto de marcharme, pero él me detiene tomando mi mano
entre las suyas.
-Nos conocemos- afirma
con total seguridad.
Y no puedo evitar sentir
que el tiempo vuelve detenerse, ante el mejor de sus trucos.
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