viernes, 3 de junio de 2016

Un simple truco

Conocí al mejor mago de todos durante el peor de los días; En otro tiempo, otra época y otra vida…

En un mundo dónde el hombre desconocía la existencia de otros planetas y la injusticia regía nuestras clases sociales; El arte era un lujo, el conocimiento el peor de los pecados y las vidas yacían a merced de un tirano. Ese tirano, era mi padre.
La gente podría pensar que yo era demasiado afortunada al haber nacido con sangre azul y jamás haber conocido la escasez ni el hambre, después de todo, tenía el más cómodo lecho para dormir, el pan nunca faltaba en mi mesa y mi copa siempre rebosaba con el mejor vino. Pero lo que ellos no sabían, es que yo habría renunciado a cada gota de mi sangre si eso significaba un poco de libertad.

Los muros del castillo, me hacían sentir del mismo modo en que podría sentirse un prisionero y cuando era niña, solía observar las nubes, preguntándome que habría más allá de las ostentosas puertas que me estaba prohibido cruzar, mis tutores me brindaban toda clase de libros y me hacían aprender todo lo tuviera alguna importancia, pero no era lo mismo tocar una pintura, que sentir el mundo con mis propios dedos.
Y cuando me hice mayor, me di cuenta de que la libertad que tanto anhelaba, era una cuestión de engaños, mentiras y un gran truco: Ponerme las desaliñadas ropas de la hija de la cocinera (quien tenía mi misma edad y complexión) esconder el rostro entre un poco de hollín y escapar por el pequeño agujero que había en el jardín.

Solo podía salir durante un par de horas al día, cuando todos estaban lo bastante ocupados como para preguntarse en dónde me encontraba, las horas que pasaba fuera, eran las mejores que había tenido en mi corta vida y aunque saboree cada instante con los pies fuera del castillo, mi nueva felicidad fue efímera, porque al llegar a cierta edad, mis padres me anunciaron el compromiso al que fui destinada desde mi nacimiento.
Enterarme se sintió como un millón de agujas sobre mi piel, ya conocía a mi futuro esposo y le había odiado desde entonces; Era un joven arrogante y aburrido que nunca se dignaba a mirarme, la fecha de mi boda me hacía sentir como un condenado y mi único consuelo eran las horas libres.
Corrí hacia las calles de la ciudad intentando refugiarme en el bullicio y todas aquellas personas que pasaban el día quejándose por sus empleos.

Me senté en uno de los rincones y escondí el rostro entre mis manos, permitiéndome llorar con libertad, con la satisfacción de sentirme invisible.
Y en ese momento, la voz más agradable que había escuchado en mi vida, me hizo levantar la mirada, se trataba de un joven que parecía un par de años mayor que yo, vestía completamente de negro y el cabello le caía en mechones irregulares por la cara y los hombros, era bastante atractivo, pero lo que más impresionó fueron sus ojos, de un azul tan claro como el agua, líquido, casi transparente y cuando me miró, sentí que todas las cosas en el mundo podrían estar bien.

-¿Por qué estás triste?- preguntó de nuevo con esa voz que repentinamente me había hecho sentir tan tranquila.

Me sequé las lágrimas avergonzada y me permití volver a contemplar su rostro.

-Es un mal día, eso es todo-

Él sonrió mientras me ofrecía un pañuelo y luego señaló a su alrededor con un ademán.  

-¿Cómo podría ser un mal día? El clima es cálido, pero las nubes impiden que nos queme el sol y además el tiempo es nuestro amigo.

En ese momento, no comprendí lo que decía, pero cuando le devolví el pañuelo, él lo tomó entre sus manos, ocultándolo perfectamente con las palmas y cuando abrió los dedos, el pañuelo había desaparecido por completo dejando en su lugar una hermosa rosa roja.

-Eres demasiado hermosa como para estar triste-

Aseguró mientras yo me limitaba a tomar la flor sin poder salir de mi asombro.

-¿Pero cómo…


-Es magia-  Me dirigió una última sonrisa y se alejó tan repentinamente como había llegado. 




No me había dicho su nombre, pero durante los días que siguieron, me dediqué a buscarlo en cada rincón de la ciudad y finalmente, vi un gran letrero que anunciaba a un mago ambulante, un par de niños estaban a su alrededor y él los miraba con una enorme sonrisa mientras dejaba caer una pluma hacía el suelo, la atrapó mientras esta descendía con lentitud y cuando abrió la mano, una paloma extendió las alas y emprendió el vuelo ante los rostros fascinados de su pequeño público.
Me acerqué con discreción mientras él realizaba otros trucos y cuando la función termino, me uní a los aplausos y antes de que pudiera marcharme, él se acercó a mí.
-Veo que hoy no estás triste-
-¿Quién podría estarlo después de un espectáculo como ese?
Él agradeció el cumplido con una sonrisa
-Aún no me dijiste tu nombre-





  

Olvidé la condena que regía mi destino desde el momento en que Demian y yo nos volvimos inseparables, nos veíamos todas las tardes y el practicaba sus trucos mientras yo le relataba cada cosa insignificante que pensaba, siempre parecía alegrarse por mi compañía, no solo tenía talento con la magia, tenía una rara habilidad que yo no había visto en nadie más; Él sabía escuchar.
Y cuando estábamos juntos, a mí me parecía que el tiempo se detenía por completo, pero luego avanzaba demasiado rápido para obligarme a volver a casa sin buscarme problemas.

A medida que la fecha de mi compromiso fue acercándose, Demian comenzó a ganar fama, al grado de que podía apartar un teatro entero y llenarlo con espectadores ansiosos de ver sus trucos.

Sin embargo, la gente de ese entonces no estaba lista para alguien como él y lentamente comenzaron a sentirse asustados, lo acusaron de nigromante y atribuyeron todas las tragedias de la ciudad a su presencia, yo le pedí que escapara, pero él se negó rotundamente, dijo que su tarea allí estaba casi terminada, porque más allá del miedo y el odio, había traído esperanza e inspiración a algunas personas y esas personas, podrían cambiar el rumbo de sus vidas gracias a ello.

Finalmente, sucedió lo inevitable, Demian hizo un acto de escapismo y todos aseguraron que burló a la misma muerte y el caos se desató entre la ignorancia que regía las mentes de aquella época, sin embargo, las cosas no empeoraron realmente, hasta que mi mago atrajo la atención de quien más temía: Mi propio padre.
Intenté alejarme de Demian pero para entonces, los rumores de nuestro romance se habían extendido tanto como su magia y supe que el castigo sería inevitable.
En medio de mi culpa, volví a pedirle que escapara, o mejor aún que escapáramos juntos, pero ese día, el fingió no escucharme.

-¿Sabes cuál es el principio de la magia?-

No podía dejar de llorar porque sabía que esa era la última vez que nos veríamos, pero él parecía tan tranquilo como siempre y me limité a negar pensando que todo aquello carecía de interés.

-Creer en ella, creer en algo con todo el corazón- Explicó mientras dividía el mazo de naipes que siempre llevaba consigo.

-Y antes, creían que los humanos teníamos dos pares de brazos y piernas, dos cabezas y una misma alma. Todos eran tan felices, que los dioses sintieron envidia y temor porque pudieran superarlos, entonces los partieron justo a la mitad.

En ese momento, partió el mazo y extendió las cartas en abanico mientras las volvía hacía mí como en los trucos que le había visto hacer en repetidas ocasiones. Seleccioné mi carta favorita y él comenzó a revolverla entre el mazo.

-Desde entonces, los seres humanos se volvieron codiciosos y egoístas, porque en el fondo, se sentían incompletos, la mayoría, trataba de llenar ese vacío con cosas absurdas, pero algunos…

Arrojó las cartas hacía arriba y cuando estas descendieron con delicadeza a nuestro alrededor, clavó la larga aguja que utilizaba en otro de sus trucos justo a la mitad de una de las cartas que había caído en la mesa.

-Tenemos la suerte de encontrar a esa otra parte que nos falta, sin embargo, a veces el momento no es el indicado, pero eso no significa que algo pueda separarnos.

Finalmente, desenterró la aguja de la superficie de la mesa y me entregó la carta que ilustraba el as de corazones, con una rotura en el centro a causa de la aguja.

-Puedes hacer lo que sea ¡Tienes que escapar! Usa uno de tus trucos.

Exclamé con el terror invadiendo mi pecho, pero él se limitó a tomarme entre sus brazos.

-No quiero perderte-

Pasó sus dedos por mi mejilla y limpió las lágrimas.

-¿Crees en mí? ¿Crees en nosotros? Créelo con todo tu corazón y recuérdame, olvida todo lo demás, olvida esta pesadilla, olvida este día, pero acuérdate de mí y vuelve a encontrarme cómo yo te encontré.






Mientras estaba entre sus brazos, con sus labios acariciando los míos, deseaba hacer cualquier cosa por detener el tiempo, pero los guardias adelantaron todo, lo apartaron de mí en ese mismo instante y lo condujeron hacía la plaza dónde ataron sus manos y colocaron una soga alrededor de su cuello ante las miradas curiosas y mórbidas de todos aquellos que le temían con aquella vaga fascinación de algo que jamás podrían comprender.
Le rogué a mi padre que los detuviera, le aseguré que haría cualquier cosa, pero no le importó, sonrió mientras el verdugo ajustaba la soga, sentí tanta angustia como si la soga oprimiera mi propia garganta, pero en ese instante, Demian me miró fijamente, contemplé sus ojos y el pareció murmurar algo, algo que no pude escuchar, pero que entendí al instante, casi pude sonreír en medio de la angustia cuando una de las cortinas cayó sobre mí, sentí todo su peso en mi cuerpo y…



  La alarma de mi celular me hace abrir los ojos de golpe, aparto las cobijas con brusquedad y me lamento por no saber nunca cuál es el final del sueño que se repite tantas veces en mi mente, al despertar, no puedo recordar ni la mitad de los eventos, pero sé que se trata de una historia, una historia tan triste que siento cómo mis ojos se llenan de lágrimas cada vez que pienso en un atractivo joven estrechándome entre sus brazos mientras hace aparecer rosas entre la nada.

Sin embargo, sé que me espera un largo día y salgo de mi casa con la misma prisa de siempre, me apresuro a tomar el metro, pero ese día, hay algo distinto, no puedo explicar que es, pero mi humor mejora a medida que recorro las calles que veo todos los días, hasta que algo captura mi atención.
Un pequeño escenario, un mago ambulante que se anuncia a sí mismo como “El gran Damian” siento que el tiempo se detiene y por alguna razón todo mi cuerpo parece temblar mientras me acerco hacia la pequeña multitud que lo rodea.
-Para el siguiente truco- anuncia el joven con una voz que me parece terriblemente familiar -Necesito un voluntario-
En ese momento, nuestras miradas se encuentran y puedo notar que sus ojos son de un azul tan claro que podría pasar por transparente.

-Hola- musita con una sonrisa.
-¿Ya nos conocemos?- de algún modo, la pregunta rutinaria en los trucos de magia, parece tener un significado oculto, pero me limito a negar sin poder ocultar mi sonrisa.

-Por favor elije una carta-

Tomo el naipe aun con dedos temblorosos y puedo notar que él no deja de mirarme mientras revuelve la carta entre el mazo, finalmente, muestra el as de corazones y la pequeña multitud comienza a aplaudir hasta que un hombre interrumpe.

-La carta tiene una marca en el centro ¡Ha hecho trampa!-

El público mira hacía el diminuto agujero que atraviesa el corazón por la mitad y todos se alejan dejando al chico con una expresión de absoluta decepción.

-Lo siento- se excusa -No sabía que la carta estaba rota, ni siquiera sé cómo pasó, he tenido este mazo desde siempre y lo cuido demasiado…

-Creo que atravesaste la carta con una aguja- Digo casi sin pensarlo y luego me siento avergonzada por mis comentarios, él me mira confundido y luego sus ojos se fijan en un punto invisible, en ese momento, me siento completamente ridícula por creer en mis historias y estoy a punto de marcharme, pero él me detiene tomando mi mano entre las suyas.

-Nos conocemos- afirma con total seguridad.

Y no puedo evitar sentir que el tiempo vuelve detenerse, ante el mejor de sus trucos.

  

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