La primera vez que la vi, olvidé mi existencia
durante unos segundos… Todos los mitos y pesadillas fueron reales y creí que
estaba mirando a los ojos de un demonio ¡Porque justo así debía sentirse arder
en el infierno!
Estoy seguro que no necesito presentaciones; todos
saben exactamente quién soy porque todos se han topado al menos con uno de los
míos, tal vez en las sombras, o en la televisión o en un sueño, estamos detrás
de las estrellas más brillantes y la más pútrida de las basuras. Si, los humanos
saben de nuestra existencia aunque no sean conscientes de ello, nos llaman de
muchas formas: Suerte, destino, tragedia, milagro, accidente, deseo…
Nos ponen miles de pseudónimos y nos culpan de miles
de cosas, no tengo protestas ante ello, porque es verdad que gracias a nosotros
el mundo es lo que vemos a través de los cristales.
Pero ¿Cómo es que funciona? Muy simple, nosotros no
somos justos ni arrogantes, para nosotros aquello que ustedes consideran bueno
o malo, nos es indiferente, ante nuestros ojos no hay blanco ni negro, solo una
mezcla de colores y vamos directo al que más nos atraiga, tampoco nos detenemos
a pensar si las intenciones son puras o sádicas, a nosotros solo nos interesa
una sola cosa: La pasión, porque las almas que arden en la más fiera de las
pasiones son las que más disfrutamos.
Así que aparecemos ante aquellos que tienen una
pasión por la que darían la vida y les damos la oportunidad de cumplir uno de
sus deseos.
Mi existencia, comenzó con el deseo más simple de
todos: Felicidad y ¿Qué era felicidad para un ser humano? Estreché la mano de
ese hombre y lo colmé de riquezas, amores y salud.
Siempre pensé que los humanos eran demasiado simples,
jamás me topé con un solo deseo que traspasara mi imaginación y deseaba en el
fondo, que apareciera alguien, alguien cuyo deseo me hiciera estremecer, me
hiciera desesperar y al menos ser un poco creativo ante su resolución.
Y mi propio deseo, se encontraba en una humilde y
anodina casa; la encontré casi por casualidad y la música que provenía del
piano me hizo querer mirar a su interior.
Ella estaba inclinada ante el instrumento, sus ojos
profundamente cerrados, los labios entreabiertos ante el éxtasis de la música y
sus largos dedos volaban de una tecla a otra produciendo el más melancólico
sonido que había escuchado en toda mi vida, no me bastó más que ese instante
para estar seguro de que sin importar cual fuera su deseo, yo anhelaba poder
cumplirlo.
Y me presenté ante ella, como había hecho cientos, o
tal vez miles de veces, ella abrió los ojos y me contempló como hubiera
contemplado a cualquier mota de polvo en la oscuridad; al mencionarle lo del
deseo, no actuó incrédula ni sorprendida, solo se limitó a asentir, bajó la
vista y continuó tocando el piano con la misma tranquilidad de siempre.
-Me temo, que no has comprendido bien- susurré
dispuesto a llevar nuestra reunión hacía un punto sin retorno.
-Solo tienes que decirme tu deseo y se cumplirá al
instante, lo que sea, cualquier cosa que sueñes, cualquier cosa que hayas
imaginado…
-Y ¿Qué tendré que darte a cambio?-
Pregunto serena, sin siquiera despegar las manos del
instrumento.
Era la primera vez que un ser humano me cuestionaba,
la mayoría se limitaban a pensar que se trataba de un sueño o a colapsar en
éxtasis al ver cómo su deseo comenzaba a volverse realidad.
-El pago, depende de tu deseo y de la intensidad de
lo que pidas, puedes darme un sueño, o un día de tu vida, o un mechón de tu
cabello…
Como si estuviera considerando la oferta, al fin dejó
de tocar el piano y se pasó una mano por la larga y sedosa cabellera que
llevaba suelta sobre los hombros.
-No, gracias-
Cada centímetro de mi ser se estremeció con aquella
respuesta, solía dejar a mis clientes sin habla, pero esta vez, era yo quien
apenas podía cerrar la boca a causa de la impresión.
-¡Debe haber algo! Que tal… ¡Riqueza! Puedo darte
todo el dinero que desees, puedo hacerte vivir en la más cómoda y ostentosa
opulencia que puedas imagi…
-Y eso ¿De qué me serviría?-
Se levantó del pequeño asiento frente al piano y giró
sobre si misma con movimientos lentos señalando a su alrededor.
-Esta casa es lo suficientemente grande y cómoda, el
dinero nunca me ha hecho falta y tengo aquí todo lo que necesito-
Tuve que parpadear y preguntarme si esto era una
especie de sueño o broma de mal gusto, pero ella seguía ahí, con ese semblante
pálido y ojos oscuros y apagados; estaba sucediendo, al fin había conocido a un
ser humano que no deseara absolutamente nada y por más que me costara
admitirlo, allá afuera había miles de idiotas dispuestos a darme una pierna por
un poco de buena suerte.
Salí de su casa pero no pude sacarme de la mente la
sombra que había visto en sus ojos, tal vez mentía, pero había algo en aquella
mirada que me provocaba escalofríos, algo que me obligó a volver durante los
siguientes días.
-Puedo ofrecerte juventud eterna-
-Aún soy joven y estoy consciente de que día con día
mi vida está marchitándose, pero eso no me interesa, envejeceré, moriré y me
convertiré en cenizas igual que todos, la vida comienza y termina y yo no tengo
ningún problema en aceptarlo-
-Y ¿Qué hay del amor?
En ese momento, ella dejó escapar una carcajada, pero
la sonrisa no fue capaz de llegar hasta sus ojos
-¡El amor! Que invento de depravados, si quisiera
enamorarme, entonces desearía que me fracturaras los huesos, con total
seguridad eso sería menos doloroso.
Había mucho sarcasmo en su voz y entonces lo noté;
aquella joven, que me tenía tan extraordinariamente fascinado cargaba un gran
peso en su corazón.
-Tienes el corazón roto- murmuré –Yo puedo
arreglarlo, solo deséalo y haré que te sientas tan dichosa y feliz como nadie-
Esta vez, pensé que aceptaría, pero una vez más, se
limitó a negar.
-Con total seguridad, alguien volvería a herirme y
entonces ese deseo no serviría de nada-
-Si eso es lo que te atormenta, entonces puedo
hacerte inmune a todas las penurias del amor-
-Y ¿Tú crees que los corazones solo se rompen por
amor?-
Había tanta verdad en sus palabras y tanta melancolía
en su música y tanta nada en sus ojos que nuevamente salí corriendo,
sintiéndome torpe y anodino.
Yo no tengo un corazón como los humanos y es verdad
que no puedo entender lo frágiles o fuertes que se vuelven con cada momento, la
sociedad es como una cadena en donde los sueños de uno son la pesadilla de otro
y nunca tuve inconvenientes en cooperar a que este sistema mantuviera su curso.
Durante los siguientes días, volví a su hogar al
menos para verla durante un instante, siempre frente al piano, siempre con los
labios trémulos ante cada bella y triste melodía, siempre con aquella mirada
ausente y vacía, parecía una muñeca a la que le hubieran arrancado el alma.
No podía resistir mi curiosidad porque había algo en
aquella chica que me atraía de una forma que no puedo explicar, tal vez había
algo más fuerte que yo, algo que de verdad recibía el nombre de destino, un
destino que condenó al mundo entero desde el momento en que ella decidió tocar
una nueva sinfonía.
Volví a acercarme y esta vez no intenté seducirla con
ninguna propuesta, simplemente me senté a su lado y la observé tocar aquellas
teclas del mismo modo en que una chica hubiera acariciado a su amante.
Hubiera podido ofrecerle fama y talento pero ella no
los necesitaba, ella no quería un público de su tristeza, tocar el piano y
observar al mundo a través de su ventana era suficiente, suficiente para una
mente lista y un corazón enfermo.
Pasó el tiempo y logré acercarme a ella, más de lo
que ninguno de los míos había estado de ningún humano, romí esa barrera entre
los sueños y la realidad, la realidad que envolvía a todas las ciudades a lo
largo de todo el mundo y a través de esa música, a través de aquellos ojos
destrozados pude entender los sentimientos, el dolor, la felicidad, la
verdadera tragedia.
-Los humanos somos egoístas- había dicho ella
–Estúpidos y egoístas, hemos transformado la vida en un cuento de hadas…
contado por sado masoquistas idiotas y el mundo entero está lleno de heridas,
la desilusión le declara la guerra a los sentimientos y las esperanzas nos
dejan en el punto intermedio, sin estar viviendo pero incapaces de morir.
En ese momento, se volvió a mirarme y sus ojos ardían
con un fuego que jamás habría visto en ninguna mirada.
-Sí hay algo que deseo…
Esa fue la primera vez que la vi, había estado
observándola durante mucho pero esta vez veía a través del manto, a través de
su máscara.
-Termina con todo, extínguelo todo y por favor…
Déjame tocar una canción de cuna, para que todos los desdichados podamos
descansar en paz-
Aquel era su verdadero deseo… Ella no deseaba
riquezas ni felicidad, ella solo deseaba la nada.
Y aunque mis dedos ardían por cumplir aquello que
ningún otro ser humano me habría pedido en una eternidad, tuve que negarme
rotundamente, porque no podía resignarme a observarla morir, ni a ponerle fin a
un mundo en el que me había divertido tanto.
Y por un instante, quedó demasiado claro lo que tenía
que hacer, yo tenía que poner una sonrisa a su cara y algo de vida a sus ojos,
tendía que hacer que ella tocara una nueva sinfonía, aunque tuviera que
sacrificar miles de deseos en el proceso.
Y aquella sensación, era más fuerte que lo que
ustedes llaman destino.
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